‘En todo proceso de cambiar es esencial entender que no vemos las cosas como son sino como somos, que cada observador cambia lo observado y que conforme cambiamos nuestras creencias transformamos nuestra vida y nuestro mundo’.




martes, 23 de junio de 2015

EL LÍDER Y EL “EFECTO PIGMALIÓN”

El Efecto Pigmalión, también conocido como la profecía auto cumplida, señala que…
  lo que pensamos que va a pasar, eso pasa’.



Su origen ésta en la mitología griega. Pigmalión era un escultor que terminó locamente enamorado de una de sus obras, una esculturas llamada Galatea. Su amor era tal que la trataba como si estuviera viva. Después de mucha años la diosa Afrodita al ver ese gran amor convirtió a la escultura en una mujer de verdad.  


¿Qué tiene que ver esto con un líder?

En psicología, se conoce como efecto Pigmalión a un principio que explica la actuación de una persona en función de las expectativas ajenas. De acuerdo con este principio, la conducta de una persona depende de las expectativas y creencias que otra persona tiene respecto a él o ella.

Llevado al contexto organizacional se puede decir que las expectativas que un jefe tiene de sus colaboradores, provoca cambios en la conducta de los mismos. Si las expectativas son positivas, las personas terminan sintiéndose valoradas y dando lo mejor de sí, y cualquier actuación de ellas será tomada y orienta por ese jefe de manera positiva.

Por el contrario, si un jefe proyecta expectativas negativas sobre su personal, hagan lo que hagan sus actuaciones no serán valoradas ni reconocidas por él. Lo cual afecta no solo el desempeño de la gente, sino su autoestima.  

Un “Líder” está llamado a  provocar un efecto Pigmalión positivo en sus empleados.

¿Qué implica ello?

Provocar un efecto pigmalión positivo va mucho más allá de hablarle bien a la gente y de alabar su desempeño. Exige del líder que comparta la visión de la compañía, que involucre a su equipo en la definición de las estrategias, de las metas, y que sea claro respecto al desempeño esperado. A partir de aquí, el líder con expectativas positivas reta y anima  a su gente, la valora, reconoce sus capacidades y logros, y la recompensa.

Cuando un líder proyecta expectativas positivas sobre su grupo, el compromiso, la motivación y la autoconfianza aumentan, lo que a su vez redunda en una mejora del desempeño, y por consiguiente en la consecución de las metas organizacionales.

Por el contrario, si el líder cuestiona y pone en duda las capacidades de sus empleados, esto impacta negativamente el desempeño, genera desmotivación y afecta el logro de las metas.

Las expectativas positivas o negativas que tenemos hacia los demás se convierten en “profecías auto-cumplidas”, es decir que las personas terminan cumpliendo con las expectativas que hemos puesto sobre ellas. Saber esto es una invitación a observar las expectativas que proyectamos sobre  los otros.

¿Has observado las expectativas que proyectas sobre tu gente?  ¿Son éstas positivas o negativas?

¿Qué tan cierto es que lo que tú piensas y esperas que va a pasar con tus colaboradores, termina pasando?

Se el observador del impacto que tus propias expectativas generan en otros, y haz los ajustes que encuentres oportuno hacer. 

“Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”. - Goethe

Mis mejores deseos,

María Victoria 

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¿BUENA SUERTE? ¿MALA SUERTE? ¿QUIÉN SABE?


Artista Debbie Grayson Lincoln


Este es uno de mis cuentos favoritos. En ocasiones lo que parece una bendición acaba convirtiéndose en una pesadilla, mientras que en otras, lo que parece una desdicha, quizás nos abre nuevas ventanas de oportunidad. ¿Qué tal si no existe nada equivocado y todo es expresión y experimentación?

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?

Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?».

Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?».

Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

Fuente: Tomado del libro “Sadhana, un camino de oración“, del místico y sacerdote católico Anthony de Mello.
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Éste cuento lo encuentro muy oportuno para recordar que en entornos de incertidumbre es mejor mantener una actitud serena sin anticipar que algo en sí mismo sea bueno o malo, más bien estar abiertos a reconocer lo que se presente como se presente y a sacarle el mayor beneficio.


Mis mejores deseos,

María Victoria

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COMPARTE TU LUZ




Un filósofo de Oriente contó a sus discípulos la siguiente historia, que después éstos transmitieron:

“Varios hombres quedaron encerrados en una oscura caverna, donde casi no podían ver nada. Pasado un tiempo, uno de ellos logró encender una pequeña tea. La luz que daba era escasa, pero se le ocurrió que podía ayudar a cada uno de los demás para que prendieran su propia tea y así la caverna se iluminó”.

El maestro concluyó que este relato nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos y compartirla no la desvanece, sino que, por el contrario,
la hace crecer.


Fuente: cuento incluido en el libro de Javier Urra  “¿Qué se le puede pedir a la vida?”

Mis mejores deseos,

María Victoria


¿Cambiar Yo para que cambie el mundo?





El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”.  
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”.  
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.

Fuente: “El canto del pájaro” de Anthony de Mello.
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Como nunca antes, las organizaciones enfrentan el reto de ser sostenibles en entornos de incertidumbre y con frecuencia se escucha hablar de la necesidad que tienen las compañías de reinventarse, y esto no solo lo saben sino que lo promulgan los líderes. Saber que el cambio es una necesidad sentida en las organizaciones es un gran paso, sin embargo las organizaciones que se logren reinventar serán aquellas cuyos líderes se reinvente primero para ser los modelos de cambio que quieren ver en su empresa. Esto ya lo advertía Gandhi décadas atrás  “Sé el cambio que quieres ver reflejado en el mundo”.

Mis mejores deseos,

María Victoria 



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domingo, 21 de junio de 2015

EL HELECHO Y EL BAMBU



Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.
-Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí, respondí.

-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…
-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…

-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…

Anónimo.

Mis mejores deseos,

María Victoria  
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El SONIDO DEL BOSQUE




Liderar a otros implica una gran responsabilidad sobre todo si el objetivo es conducir los designios de una nación o de una gran compañía. 

El siguiente es uno de los cuentos que a mi parecer que mejor refleja la manera de penetrar profundamente en el alma de las personas para escucharlas.  Uno de los grandes retos de cualquier líder es desarrollar su capacidad de escuchar lo no escuchado. 

Cuenta la historia que cerca del final del tercer siglo antes de Cristo, el lquRey Ts'ao envió a su hijo, el príncipe T'ai al Templo a estudiar con el gran maestro Pan Ku. Porque el príncipe T'ai sería el que sucedería a su padre como rey. Pan Ku sería quien le enseñaría las bases para ser un buen gobernante.   

Cuando el príncipe llego al templo, el maestro lo envió sólo al bosque Ming-Li. Después de un año el príncipe tenía que regresar al templo para describir los sonidos del bosque.   

Cuando el príncipe T'ai regreso, Pan Ku pidió al niño que describiera todo lo que había podido escuchar. "Maestro", replico el príncipe, "yo he podido escuchar el canto de los búhos, el susurro de las hojas, el vuelo de los insectos, el canto de los grillos, el toque del pasto, el zumbido de las abejas y el murmullo del viento".   

Al concluir el príncipe su relato, el maestro le pidió regresar al bosque a escuchar más allá de lo que ya había escuchado. El príncipe estaba desconcertado por lo que le pidió el maestro. ¿No habría escuchado cada sonido realmente? 

Día y noche, el joven Príncipe permaneció sentado sólo en el bosque escuchando. Pero él no percibió otros sonidos de los que había oído. Entonces una mañana cuando el Príncipe estaba en silencio sentado bajo los árboles, él empezó a discernir ligeros sonidos diferentes a aquellos escuchados antes. Él agudizo su oído y los sonidos comenzaron a ser más claros. En ese momento tuvo una sensación de lucidez que lo envolvía. "Esos deben ser los sonidos que el maestro quería que escuchara", él reflexionó.   

Cuando el Príncipe T'ai regresó el templo, el Maestro le preguntó que más había escuchado. "maestro", respondió el Príncipe reverentemente. Cuando yo escuché más cerca escuché lo no escuchado "el sonido de las flores cuando abren, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido del pasto cuando prueba el rocío de la mañana".  

El Maestro aprobó con la cabeza, "Escuchar lo no escuchado" remarcó Pan Ku, es "Una disciplina necesaria para ser un buen gobernante". Sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar con atención el corazón de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, el dolor no expresado, y demandas no habladas, puede él inspirar confianza en su gente.  Entender cuando algo está mal y encontrar las verdaderas necesidades de sus ciudadanos.   
La caída de los gobiernos sobreviene cuando los líderes sólo escuchan palabras superficiales y no penetran profundamente en el alma de las personas para escuchar sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos". 

Fuente: Parábolas de Liderazgo - W. Chan Kim y Renée A. Mauborgne. Harvard Business Review, Julio-agosto 1992. 
Mis mejores deseos,

María Victoria

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