Un filósofo de Oriente contó a sus discípulos
la siguiente historia, que después éstos transmitieron:
“Varios hombres quedaron encerrados en una oscura caverna, donde casi no podían ver nada. Pasado un tiempo, uno de ellos logró encender una pequeña tea. La luz que daba era escasa, pero se le ocurrió que podía ayudar a cada uno de los demás para que prendieran su propia tea y así la caverna se iluminó”.
El maestro concluyó que este relato nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos y compartirla no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer.
“Varios hombres quedaron encerrados en una oscura caverna, donde casi no podían ver nada. Pasado un tiempo, uno de ellos logró encender una pequeña tea. La luz que daba era escasa, pero se le ocurrió que podía ayudar a cada uno de los demás para que prendieran su propia tea y así la caverna se iluminó”.
El maestro concluyó que este relato nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos y compartirla no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer.
Fuente: cuento incluido en el libro de Javier
Urra “¿Qué se le puede pedir a la vida?”
Mis
mejores deseos,
María Victoria








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