"Un pastor que vivía en una cabaña
cerca de un bosque y a cierta distancia de una montaña, tenía un corral con
gallinas y un rebaño de cabras.
Aquel año hubo una gran sequía, con lo cual la mayor parte de la hierba desapareció. Por esa razón, el pastor decidió llevar sus cabras a lo alto de la montaña, donde probablemente al haber más humedad, encontraría algo de hierba tierna para sus animales. Así lo hizo y, después de un largo caminar, llegó junto a la cima de la montaña. Allí sus animales pastaron durante unas horas, hasta que fue cayendo la tarde y el pastor decidió volver de nuevo a la cabaña donde vivía.
Bajaba entre las piedras con su rebaño cuando vio frente a él algo grande, que en seguida reconoció como un nido de águilas. Al acercarse observó que en el interior había dos polluelos, uno de los cuales se había matado al desprenderse el nido de la roca en la que se encontraba. El otro polluelo, aunque algo se movía, parecía estar gravemente herido.
Aquel año hubo una gran sequía, con lo cual la mayor parte de la hierba desapareció. Por esa razón, el pastor decidió llevar sus cabras a lo alto de la montaña, donde probablemente al haber más humedad, encontraría algo de hierba tierna para sus animales. Así lo hizo y, después de un largo caminar, llegó junto a la cima de la montaña. Allí sus animales pastaron durante unas horas, hasta que fue cayendo la tarde y el pastor decidió volver de nuevo a la cabaña donde vivía.
Bajaba entre las piedras con su rebaño cuando vio frente a él algo grande, que en seguida reconoció como un nido de águilas. Al acercarse observó que en el interior había dos polluelos, uno de los cuales se había matado al desprenderse el nido de la roca en la que se encontraba. El otro polluelo, aunque algo se movía, parecía estar gravemente herido.
Al pastor no le gustaban nada las
águilas porque las tenía por enemigas, en alguna ocasión habían atacado a sus
cabras e, incluso, se habían llevado a alguna de sus gallinas. No obstante,
llevado por la lástima, el pastor se agachó, cogió con delicadeza el polluelo herido
y lo llevó a su cabaña. Allí lo curó como pudo y empezó a alimentarlo con
pequeños trocitos de carne, mientras dejaba que la naturaleza hiciera el resto.
El animal se recuperó por completo y empezó a crecer y crecer hasta que se
convirtió en un magnífico ejemplar adulto de águila.
A partir del momento en el que el águila se hizo adulta, las cosas empezaron a cambiar. El pastor, que inicialmente se sentía tan orgulloso por lo que había hecho, empezó a sentirse cada vez más inquieto con la presencia de aquel animal. De alguna manera, no lograba evitar que imágenes cargadas de emoción le vinieran a la cabeza y le recordaran lo que animales como aquél habían hecho con sus cabras y sus gallinas.
A partir del momento en el que el águila se hizo adulta, las cosas empezaron a cambiar. El pastor, que inicialmente se sentía tan orgulloso por lo que había hecho, empezó a sentirse cada vez más inquieto con la presencia de aquel animal. De alguna manera, no lograba evitar que imágenes cargadas de emoción le vinieran a la cabeza y le recordaran lo que animales como aquél habían hecho con sus cabras y sus gallinas.
Un día, el pastor llegó a una decisión,
la de abandonar el animal en el bosque, pensando que sin duda la naturaleza se
ocuparía de nuevo en ayudarlo a sobrevivir. Tres veces llevó el pastor el
águila al bosque y tres veces el águila le siguió dando pequeños saltitos en el
suelo.
No sabiendo ya qué hacer para deshacerse
del animal, el pastor pensó y pensó hasta que se le ocurrió la más absurda de
las ideas: metería el águila en el corral con sus gallinas.
Cuando las gallinas vieron entrar en el
corral a ese animal al que tanto temían, se adentraron despavoridas en la
pequeña caseta en la que se refugiaban. Pronto se dieron cuenta del extraño
comportamiento de aquel animal, que permanecía quieto y solo, y se fueron
acostumbrando de forma progresiva a su presencia en aquel lugar.
Los años fueron pasando y aquella águila se acostumbró a vivir como una gallina. Comía lo mismo que comen las gallinas, se movía como las gallinas e incluso aprendió a emitir los mismos sonidos que emiten las gallinas.
Estaba la situación así, cuando pasó por aquella región un naturalista que estaba haciendo un estudio sobre las águilas de aquella región y, al pasar junto a la cabaña del pastor, contempló, incrédulo, el espectáculo que se ofrecía: ni más ni menos que un águila conviviendo con las gallinas. Corriendo, golpeó con fuerza la puerta de la cabaña del pastor, el cual al oír los ruidos abrió sobresaltado.
Los años fueron pasando y aquella águila se acostumbró a vivir como una gallina. Comía lo mismo que comen las gallinas, se movía como las gallinas e incluso aprendió a emitir los mismos sonidos que emiten las gallinas.
Estaba la situación así, cuando pasó por aquella región un naturalista que estaba haciendo un estudio sobre las águilas de aquella región y, al pasar junto a la cabaña del pastor, contempló, incrédulo, el espectáculo que se ofrecía: ni más ni menos que un águila conviviendo con las gallinas. Corriendo, golpeó con fuerza la puerta de la cabaña del pastor, el cual al oír los ruidos abrió sobresaltado.
- ¿Quién es usted, qué es lo que quiere?
- Le ruego que me perdone, soy un
naturalista que me dedico al estudio de las águilas y he visto algo inaudito,
un águila viviendo entre las gallinas.
El pastor comprendió perfectamente la causa de la sorpresa de aquel investigador y, después de invitarle a entrar en su cabaña, le explicó la historia de cómo la encontró, la curó y la crió entre las gallinas.
El naturalista escuchaba absorto la
historia, hasta que algo le "sacudió" bruscamente, algo aparentemente
inocente, ya que fue sólo un sencillo comentario que hizo el pastor.
- Verá, amigo mío, el animal ha vivido tanto tiempo entre gallinas que ya no me queda la menor duda de que, aunque su forma siga siendo de águila, en su interior no es ya nada más que una gallina.
- De verdad que lo siento, pero no puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba de decir - contestó el naturalista.
El pastor se sintió tal vez un poco agraviado porque quizás considerara que nadie conocía tan bien a aquel animal como él.
- Verá, amigo mío, el animal ha vivido tanto tiempo entre gallinas que ya no me queda la menor duda de que, aunque su forma siga siendo de águila, en su interior no es ya nada más que una gallina.
- De verdad que lo siento, pero no puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba de decir - contestó el naturalista.
El pastor se sintió tal vez un poco agraviado porque quizás considerara que nadie conocía tan bien a aquel animal como él.
- Si está convencido, ¿por qué no me lo
demuestra sencillamente haciendo que vuele?
El naturalista se fue al corral, cogió el águila e hizo lo primero que se le ocurrió, que fue lanzarla por los aires gritando "¡vuela!". El animal cayó pesadamente y se escondió en el interior del corral. El pastor hizo una mueca irónica, aunque ello no hizo que el naturalista se diera por vencido.
El naturalista se fue al corral, cogió el águila e hizo lo primero que se le ocurrió, que fue lanzarla por los aires gritando "¡vuela!". El animal cayó pesadamente y se escondió en el interior del corral. El pastor hizo una mueca irónica, aunque ello no hizo que el naturalista se diera por vencido.
Entonces, empezó a mirar a su alrededor
como si buscara algo, hasta que se fijó en que a unos metros de allí había una
escalera. Se acercó, la cogió y la apoyó en una de las paredes de la cabaña del
pastor. Entró de nuevo en el corral, agarró el águila y subió con ella por la
escalera hasta llegar al tejado.
Desde allí, lanzó el águila por los
aires diciendo "¡vuela!". El pobre animal se precipitó como una bola
de plumas contra el suelo y se quedó unos instantes aturdido. En cuanto
recuperó su compostura, rápidamente se escondió en el interior del corral.
El pastor dijo entonces: - Si sigues así
vas a matar a mi gallina.
Por alguna razón, y a pesar de todas las
evidencias en contra y de todas las críticas de aquel pastor, el naturalista
tenía una absoluta certeza en que el espíritu de un águila jamás muere y, por
eso, a pesar de todo, no se dio por vencido.
De repente, algo en el horizonte captó
su atención.
- ¿Qué es aquello que se ve al fondo?
- Es el pico de la montaña donde
encontré el águila cuando se desprendió el nido, ¿por qué?
- Porque la voy a llevar allí, donde ella nació, tal vez pueda así recordar sus orígenes y se dé cuenta de que puede volar.
- Tú estás loco, eres un insensato incapaz de darte por vencido. ¿Acaso no has tenido suficientes evidencias de lo absurdo de tu teoría, de esa estupidez de que el espíritu de un águila nunca muere?
- Porque la voy a llevar allí, donde ella nació, tal vez pueda así recordar sus orígenes y se dé cuenta de que puede volar.
- Tú estás loco, eres un insensato incapaz de darte por vencido. ¿Acaso no has tenido suficientes evidencias de lo absurdo de tu teoría, de esa estupidez de que el espíritu de un águila nunca muere?
El naturalista no se defendió,
simplemente actuó. Entró de nuevo en el corral, cogió el águila y empezó a
caminar con la vista puesta en el pico de aquella montaña. El pastor, sin
entender muy bien por qué y viendo que caía la noche, cogió una linterna y les
siguió. Durante toda la noche estuvieron subiendo por la montaña sin que el
naturalista supiera qué hacer para despertar el espíritu dormido del águila.
Cuando llegaron al pico de la montaña,
donde el águila había nacido, empezó a amanecer y entonces el naturalista
observó algo curioso: el águila apartaba la mirada del sol. Sin saber muy bien
por qué, agarró el pescuezo del animal y lo obligó a mirar al sol. En ese
momento, el águila hizo unos extraños movimientos, abrió unas espléndidas alas
y se puso a volar. Aquel día el águila recordó quién era en realidad y recuperó
su verdadera identidad, que no era de gallina, sino de águila."










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