‘En todo proceso de cambiar es esencial entender que no vemos las cosas como son sino como somos, que cada observador cambia lo observado y que conforme cambiamos nuestras creencias transformamos nuestra vida y nuestro mundo’.




viernes, 10 de julio de 2015

¿Cómo gestionar la “Resistencia al cambio”?



Liderar va de la mano con gestar y gestionar cambios. En un artículo anterior desarrollé el tema de por qué la resistencia al cambio dentro de las organizaciones, en éste artículo me centro particularmente en presentar una guía que ayude al líder o a cualquiera que tenga la responsabilidad de impulsar cambios, a gestionar las resistencias.

Tanto a nivel personal como en el ámbito organizacional existe la vieja tendencia de creer que los cambios se pueden lograr empujándolos, haciendo uso del poder, de la fuerza, o manipulando. No estoy negando que esto opere, de hecho los cambios se pueden lograr de esta manera, pero… ¿A qué costo? ¿Con qué consecuencias? ¿Y qué tanto se sostienen en el tiempo dichos cambios?

Este modelo de manejo del cambio resulta desgastante, crea más tensión, confrontación, miedo, desconfianza, resentimiento, drama y desequilibrio.  Basta con ver el sin número de experiencias de fracaso en los cambio impulsados bajo este modelo para darnos cuenta que es necesario encontrar formas diferentes a empujar, imponer, manipular, utilizar el poder o la fuerza para manejar la resistencia al cambio.

¿Qué se puede hacer para intervenir las reacciones al cambio?
  1. Conozca sobre las reacciones al cambio.
  2. Reconozca y acepte las reacciones como algo natural.
  3. Evite la tentación de imponer cambios planeados en secreto y anunciarlos sorpresivamente.
  4. Aprecie y valore el conocimiento y la experiencia de la gente y en la medida de lo posible  invítelos a participar en la planeación y la validación de los cambios para que se sientan parte de los mismos y no los vean como simple imposición.
  5. Comunique y clarifique: qué cambia, por qué es necesario, cuáles son los beneficios esperados.
  6. Encuentre las razones de las resistencias, indague, y escuche para descubrir cuáles son los temores que hay y qué riegos se identifican.
  7. Aclare para disminuir los temores e involucre a las personas para encontrar alternativas que mitiguen los riegos.
  8. Defina acciones frente a las alternativas y establezca condiciones de chequeo y verificación.
  9. Prepare a las personas entrenándolas en las nuevas competencias requeridas.
  10. Ofrezca soporte, haga seguimiento y acompañe la implementación del cambio.
  11. Actúe y reflexione sobre los resultados.
  12. Ajuste y siga adelante.


La responsabilidad de un líder no es que a su gente le gusten los cambios, ni hacer que se sientan bien con ellos, pero si es su responsabilidad minimizar las resistencias y los obstáculos para facilitar que los cambios se implementen y sean sostenibles.

Los líderes están llamados a formarse en el tema de cambio para gestionar los mismos con su ejemplo.
Mis mejores deseos,


María Victoria 

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Si bien el cambio es un proceso natural, -la naturaleza cambia, los seres humanos cambiamos y las  organizaciones cambian-, en general no nos gusta el cambio.
Esto es así porque en el fondo existe el deseo de mantenernos en lo conocido dado que lo desconocido activa nuestros miedos. Además, no nos gusta el cambio porque muchos de los modelos base de nuestra educación y formación fomentan y perpetúan el ‘statu quo’. Por eso lo frecuente es resistirnos al cambio.
Sin embargo y dado que un líder gesta y gestiona cambios, éste debe reconocer sus propias resistencias y las de los demás para saber qué hacer cuando se enfrenta a ellas.
En general hay dos reacciones básicas que una persona puede tener frente al cambio, las que no son  excluyentes: oposición/resistencia y  apoyo. Estas reacciones se corresponden a su vez con la percepción de ‘peligro u oportunidad’ que la persona tiene sobre el cambio.




Por otro lado si nos detenemos a pensarlo, los cambios en esencia son hechos, y los hechos son neutros, es decir que no tienen un significado intrínseco por naturaleza. Es cada persona la que le imprime  al cambio, el significado de “bueno” o “malo”, de “oportunidad” o “peligro”, y lo hace a partir de sus experiencias, su formación, su historia y lo aprendido de su cultura. Dependiendo del significado que la persona le de al cambio, -por más desafiante que aparente ser-, éste será para ella, una oportunidad de aprender y expandirse, o una amenaza frente a la cual debe defenderse.
 
En el ámbito organizacional la oposición/resistencia al cambio se manifiesta de formas como: confusión, critica, negación, inercia, indiferencia, sabotaje, zancadillas, desinterés, generación de rumores, rebelión, terquedad, franca oposición, etcétera.
 
Las personas que se resisten, en algún nivel lo hacen porque lo han percibido como peligro. Ahora bien, es de anotar que todo peligro tiene asociado la emoción del miedo, la que a su vez hace que se dispare en las personas su mecanismo biológico de supervivencia o defensa. Por ello la resistencia al cambio no solo afecta la implementación del mismo dentro de una organización, sino que por lo general termina afectando la salud de quienes se oponen, sobre todo cuando la resistencia se mantiene por períodos prolongados, lo que indica que las personas están sometida a elevados nivel de estrés. Esto lo observé muchas veces en mi experiencia laboral.
 
En general se puede decir que las personas se resisten al cambio por:
 
  • Temor a lo desconocido.
  • La incertidumbre que genera, sobre todo cuando no se les involucra y poco se les informa sobre los motivos del cambio, qué cambia, el cómo son afectados y los beneficios.
  • No saber el impacto en los procesos, roles y responsabilidades.
  • Tener que salir de su zona de comodidad y verse enfrentadas a aprender nuevo conocimiento, nuevas destrezas y competencias.
  • Tener que responder por una mayor carga de trabajo.
  • Temor al fracaso o a que la organización sea intolerante a los errores que se puedan cometer frente al cambio.
  • Considerar que el esfuerzo involucrado en el cambio no resulta recompensado.
  • Temor a las pérdidas personal que se puedan derivar.
  • Temor a que no se respete las experiencias del pasado o la dignidad de las personas.
  • Experiencias de fracaso o incumplimiento en expectativas anteriores de cambio.
  • Ver que se busca cambiar por cambiar, sin contar con una visión clara y compartida, ni con estrategias ni métodos para implementar los cambios. 
  • Ver que no se piensa en los impactos generados.
  • Exposición a demasiados cambios en poco tiempo, no consolidados.
  • Perdida de seguridad laboral y/o de estatus.
  • Temor a perder control, autonomía o poder sobre lo que consideran su territorio.

Los anteriores son ejemplos de algunos de los motivos por los cuales las personas se resisten al cambio en las organizaciones. De hecho los Proyectos de alta inversión y con alto riesgo de fracaso involucran una estrategia denominada “Administración del cambio” que tiene por objeto minimizar los obstáculos en su implementación.
 
Durante mi experiencia laboral participé con éste tema en varios proyectos, por lo que ratifico la importancia de  intervenir a los diferentes grupos de involucrados en el cambio para facilitar su implementación. Soy una convencida de la responsabilidad que tiene los líderes de acompañar a sus empleados y a todos los grupos de interés involucrados en el cambio. No se trata de que a la gente le encante el cambio, se trata de que lo comprendan y de prepararlos para asumirlo.
 
Si bien hemos aprendido que los cambios duelen, no necesariamente tiene que seguir siendo así. En mi opinión las personas dentro de las organizaciones se resisten no solo porque perciben los cambios como peligro, sino porque muchos líderes en su afán de buscar los máximos rendimientos se olvidan de trabajar con y para la gente, desconociendo que es ‘con la gente y no contra o a pesar de ella’ que los resultados de logran.
 
Los líderes están llamados a formarse en el tema de cambio para gestionar los mismos con su ejemplo.
Mis mejores deseos,
María Victoria 
 
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miércoles, 8 de julio de 2015

DIFERENCIA ENTRE CAUSA Y ORIGEN


Un médico caminaba por la orilla de un ancho río. De repente empezó a oír unos gritos procedentes del agua. Alguien que se estaba ahogando pedía socorro.

Aquel médico sin pensárselo dos veces se lanzó al agua y después de hacer un esfuerzo ímprobo, consiguió acercar a esa persona hasta la orilla. Mientras le prestaba asistencia comenzó a oír nuevos gritos de auxilio. Otro más, ¿cómo era posible?

De nuevo se lanzó al río y salvó a aquella segunda persona. A pesar del cansancio y de los frenéticos latidos de su corazón, el médico estaba satisfecho porque había salvado dos vidas. De pronto, nuevos chillidos lo sacaron de su estado de complacencia. Un tercer individuo imploraba su ayuda desde el río.

El médico que estaba exhausto no se planteó nada, simplemente se lanzó al agua y rescató a aquel hombre. Lo que en ningún momento el médico se imaginó fue la posibilidad de que hubiese alguien tirando a la gente al río.

La causa del agotamiento del aquel médico era que se pasaba el día apagando fuegos, solucionando problemas, rescatando gente. El origen el problema era que había alguien en la parte alta del río que se estaba encargando de tirar a la gente al agua.

Hasta que ese médico no se las ingenie para encontrar el origen del problema, las causas de su agotamiento no desaparecerán.

Fuente: “Vivir es un asunto urgente” de Mario Alonso Puig.
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Cuando te encuentres llevado al extremo y te sientas agotado, es buen momento de hacer un pare y descubrir el origen de tu falta de tiempo, de tus angustias, de las tensiones que se generan en tu relación con otros o con tus asuntos personales.  Una vez descubras el origen haz los ajustes que tengas que hacer.

Hemos sido educados con un alterado sentido de responsabilidad y de exigencia por el resultado, pero ten presente que solo si tú estás bien, podrás aportar bienestar a otros.


Mis mejores deseos,


María Victoria


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CRECE A TU PROPIO RITMO



“Una vez, al observar un hombre como una mariposa luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud para su gusto, trató de ayudarla soplando.
Y, en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso. Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa, sino una criatura con las alas destrozadas.
Cuando se trata de crecer no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo.”

Fuente: Anthony de Mello.


Honra tu proceso de crecimiento.

Mis mejores deseos,

María Victoria


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